miércoles, 13 de agosto de 2008

deber-poder

Aún no sé si sería suficiente con contar mis pasos insondables y unirlos al suelo madrileño, llevar por equipaje no más que tres besos y olvidar mi vida, los helados y mis lienzos.
¿Cómo seguir un camino contaminado?
La luz, eterna lámpara brilla al final de mi recorrido absorto y enmarañado ( y abusa de frases trilladas), una esperanza ardiente en el pecho lleno de lodo.
Me dice la voz temida que no es sino tan solo el despertar del cuervo; el aleteo, las plumas cancerígenas, el pico sangriento, las garras deseosas de mutilar mi espalda...
No debo, no puedo, no debo.
Esperar no debo.
Creer no puedo.

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