domingo, 5 de septiembre de 2010

Sol (parte I)

Visita la tumba de La Luna la niña llamada Sol, aquella que no sonreía a causa de un virus estreptocóquico altamente violento que atormentaba su rosada tez. Vagaba por la montaña buscando la tumba en el viejo cementerio de lunas y soles, de estrellas y planetas, de vientos y cometas hasta dar con el mausoleo de La Luna con la esperanza de allí hallar una cura para su mal.
¿Viste al perro azul que vigilaba la entrada dando vueltas con los ojos cerrados? Le preguntó La Luna a la niña llamada Sol que entraba al mausoleo llena de miedo y pavor. No. ¿Viste a mi pájaro cantor que canta melodías dulces y tristes? No. ¿Qué viste? Nada. ¿A qué has venido? Quiero sonreir.

(S)(M)uerte

Deseosa de nuevo deseos
vierte su mirada en mí, la suerte
que escapa de la muerte
y busca cobijo en mi almohada.

Yo no tengo deseos,
nada deseablemente deseable
ni nada que no deje de desear.

Se aleja la suerte que de aburrimiento yacía tendida en la alfombra
de lana.

Se aleja la muerte, por falta de ganas
por exceso de trabajo
por que ya no le creo
por que ya no la quiero.

Sin suerte ni muerte
sin deseos desdeñosos
sin deseos ponzoñosos
sin ánimos de lucir la atadura de la vida,
el cordón umbilical.

Y perezco en mi alamohada de asfixia extenuante
de vida sin vivir
ni sueños que dormir.

Y vivo.