Palabras que dañaban
que nacían o pedían morir.
Envueltas y enrededas en un ovillo discontinuo
poco a poco,
lentamente,
una a una.
La idea tan extraña a mi interior
de ser amada por un ser irracional o
inventado por mis deseos pueriles.
En el retrete yacen hasta mis primeros versos
la estúpida poesía infantil,
y me mata
y me regocijo en mi propio deshecho.
Si vomitase clavos de metal ardiente,
no me dolería tanto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario